La posibilidad de que el arte construya texturas y que por medio de la edificación de imágenes podamos amalgamar ideas que se constituyen como manifestaciones artísticas. Por ello, los seres humanos estamos conformados por capas, historias, túnicas, fibras, energías y potencialidades. En esta construcción existe toda una estética que sobrepasa las posibilidades intrínsecas del arte.

En tanto, Andrés Vargas explora las ideas de progreso desde las texturas urbanas; Ana Werren desde la intimidad recurre al cuerpo y sus capas dérmicas, a la interiorización por medio de un juego de exteriorización, en el cual pone de manifiesto las búsquedas, los conflictos y el enfrentamiento con los fantasmas internos que nos gobiernan.

En el proceso de edificación de las ideas encontramos a Matthew May, que explora las túnicas de la historia, de su historia y de la memoria histórica que lo construyen. Se divisan nuevas texturas como la energía que le impregnamos a los gestos. La potencia de nuestra mirada, ese sutil gesto que se materializa sobre una hoja de papel y que se visibiliza por medio de la intervención de algún pigmento sobre las pastas de los libros de historia de arte como lo reflejan las obras de Gabriel Rodríguez.

La intervención del hombre se da a partir de lo minúsculo que puede sugerir un gesto o bien como lo realiza Norman Morales al apropiarse de los diseños de la naturaleza y la intervención del hombre para crear un juego infinito de yuxtaposiciones. Y así llegar a las fibras, fibras ópticas de a.k.a. Mathias Jaspersson que registra en las imágenes que van (porque la incorporación de imágenes nunca se detiene) sobreponiéndose hasta incorporarse a su/nuestro imaginario.

Así, estos artistas nos llevan a cuestionarnos cuáles son las texturas de las imágenes con las que cada uno de nosotros convive.

 — Juan Pablo González